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Buon Ma Thuot, en las entrañas de Vietnam

  • Foto del escritor: Nomadea
    Nomadea
  • 5 feb 2019
  • 7 Min. de lectura

Actualizado: 4 dic 2020


Cansados de andar por lugares turísticos, decidimos buscar un destino con un nombre difícil de recordar, poco llamativo para los extranjeros y con algún couchsurfer que nos quisiera mostrar el auténtico Vietnam. Así fue como nuestro dedo apuntó a la ciudad de Buon Ma Thuot y pasamos 4 días con Benny y sus alumnos.

El viaje hasta allí fue un sin parar de hechos que merecen ser recordados. Viajamos en una combi que hacía varias paradas y por tramos tenía más personas que asientos, al parecer esto es común porque había quienes subían con su silla plegable y la gente estaba predispuesta a compartir el asiento con algún anciano. Cuando el camino empezó a ser de montaña con grandes y constantes curvas hacia un lado y el otro, comenzó el concierto de arcadas de una niña de unos 6 años que duró hasta el final del recorrido. De a ratos su abuela le hacía los coros y ambas vomitaban en unas bolsas de plástico que tiraban por la ventana.

En una de esas paradas, subió una señora con el nene más malcriado que vi en mi vida. Ocuparon dos asientos vacíos, pero como el nene quería ir acostado, un hombre le puso una silla en el pasillo para que estirase sus piernas y de paso molestase al del asiento de al lado (que era Luri). Entre este hombre y la madre no pararon de hacer todo tipo de cosas para que el nene esté siempre cómodo y pueda dormir o jugar con la Tablet sin que nada lo perturbase. Pero había algo que no sabían, Luri le pellizcaba el pie a escondidas cada vez que el nene le empujaba el brazo con él, en señal de “¡acá no lo ponés!”. Tras 3 pellizcos intensos que desconcertaron al nene, aprendió cual era el límite de su asiento. Después de unas horas de viaje, la combi se detuvo unos 15 minutos para que todos vayamos a almorzar o usar el baño. Pero no todos quisieron bajar, el nene malcriado prefirió quedarse durmiendo en el asiento. Devuelta en el camino, no pasaron ni 2 minutos que al chico le dieron ganas de hacer pis. Como ya había pasado la parada técnica, la mujer tuvo la genial idea de parar a su hijo en el asiento, bajarle los pantalones y ponerle una botella de pico ancho para que hiciese pis sin sacar los ojos de la Tablet, mientras el hombre lo sostenía para que no rodase por el suelo.

Todo esto fue un conjunto de situaciones que pueden no ser representativas de la cultura vietnamita, pero al ser diferente de lo que veníamos encontrando últimamente lo convirtió en un viaje especial.

La llegada a Buon Ma Thuot también tuvo su momento memorable. La terminal de buses estaba como a 20 cuadras de la casa de Benny (donde nos íbamos a quedar), así que decidimos cargarnos las mochilas al hombro y empezar a caminar. Todo iba muy normal hasta que se largó una fuerte tormenta que nos obligó a refugiarnos en la entrada del supermercado más grande de la ciudad. Mientras esperábamos que menguase la lluvia, los carritos nos sedujeron con sus sexy ruedas y tamaño perfecto para nuestras mochilas. No aguantamos la tentación, así que decidimos llevar a pasear uno de esos carritos por la avenida principal. En cuanto pusimos un pie en la calle, captamos la atención de todos como si estuviésemos paseando en el Papamovil. Me pregunto qué habrán pensado que estábamos haciendo. Tras ese desfile, estacionamos el vehículo en la esquina de la casa de nuestro anfitrión. Dos horas más tarde fuimos a buscarlo para devolverlo, pero nos olvidamos de ponerle la alarma y alguien más cayó en la tentación de pasear por la ciudad con un sexy carrito de supermercado.

Las lluvias fueron algo recurrente en Buon Ma Thuot y aunque muchas veces suelen ser un garrón durante el viaje, en este caso nos regalaron anécdotas, como la del carrito de supermercado y buenos momentos con los locales. En una ocasión estábamos yendo al mercado cuando nos sorprendió una fuerte lluvia y como suele parar al ratito, nos sentamos debajo de un techo a esperar. Ahí estábamos charlando cuando de la casa de enfrente sale un tipo y nos dice que pasemos a su casa para no mojarnos (esto de “nos dice” me lo invento, porque no entendíamos nada lo que nos decía, pero las señas fueron claras). Sentados en la mesa con un vasito de agua tibia en una mano (para hidratarnos en esa calurosa mañana) y en la otra mano la Tablet con el traductor salvador, iniciamos una conversación con nuestro nuevo amigo. La charla fue un poquito complicada porque, a decir verdad, el traductor del Google no la tiene tan clara con el vietnamita y armaba frases un poco locas. Pasada la tormenta, se ofreció a llevarnos en su moto hasta el mercado y llegamos a destino secos y con una nueva historia para contar. A nuestro amigo nos lo cruzamos varias veces durante el día y cada vez que lo veíamos era una fiesta de saludos.

Nuestros días con Benny y sus alumnos de inglés fueron ideales, nos dieron todo aquello que buscábamos al escaparnos de los lugares turísticos. Escenas de vida cotidiana, comida de hogar, historias, fiestas de cumpleaños, salidas de fin de semana, amigos y todo al estilo 100% vietnamita. No teníamos una lista con puntos turísticos para conocer en Buon Ma Thuot y sin embargo fue donde más vimos.

Benny era originario de la ciudad de Ho Chi Minh, estaba como voluntario dando clases de inglés para adultos en Buon Ma Thuot y vivía en el mismo salón donde recibía a sus alumnos, razón por la cual durante unos días nuestro hogar fue el instituto de inglés.

Volvimos una tarde de pasear por el centro y Benny nos invitó a participar de la clase. Sentados como dos alumnos más en el circulo que habían formado en el aula, nos presentamos y comenzamos a charlar. Había unos que hablaban más, otros más tímidos, unos pocos a los que les costaba, otros que eran mejores que nosotros y hasta nos sorprendió una chica que tenía una base de español. De toda esta mezcla de cosas surgieron muchas risas y planes conjuntos para el fin de semana.

La mañana siguiente, después de un clásico desayuno de sopa con fideos de arroz y carne, visitamos el Museo Etnográfico con la compañía de una de las chicas del curso quien nos hizo de guía. Nuestra guía era muy simpática y además de explicarnos cosas de las tribus, tocaba todo los que estaba a su paso. Con Luri nos mirábamos con cara de ¡¿qué hace?! Pero a nadie le sorprendía, así que llegamos a la conclusión de que en ese museo estaba permitido tocarlo todo.

En este lugar descubrí mi origen, las raíces de mis antepasados, las lejanas tierras de dónde vinieron mis abuelos. Lo vi muy claro en un cuadro que representaba a una niña y le saqué una foto para compartirlo con vos. ¿Qué pensás? ¿Soy originaria de Vietnam? Esta nena de cabeza gigante es igualita a mi…

Nuestro paseo de domingo familiar fue a un lago artificial en medio de un campo perdido donde había un parador para comer y pasar el día. El parador era como una especie de isla en medio del lago, con muchos muelles donde la gente pescaba y había largas mesas llenas de grupos de amigos y familiares comiendo y haciendo karaoke. El karaoke es algo que les encanta a los vietnamitas y cualquier ocasión es buena para mostrar sus dones (o no) cantando. En toda reunión los invitados de honor son siempre el parlante gigante y el micrófono. Canta desde la abuela de 100 años hasta el nieto de 2 recién cumplidos.

Uno de los alumnos llevó cañas para todos y tras tirarlas al lago, nos pusimos a almorzar y brindar sin parar. Chocar los vasos con cerveza y hielo es otra de las costumbres vietnamitas. Así como cualquier razón es buena para cantar, también lo es para brindar al grito de guerra YOOOO (¡dzô!).

Cuando íbamos por el brindis número 346 una de las cañas empezó a agitarse y nuestro amigo pescador salió corriendo. Empezó a luchar con el pez (y no pescado porque aún seguía vivo) y enseguida nos vimos rodeados de la gente que estaba en los otros muelles. El pez dio mucha pelea, era muy grande, pero ahí estaban todos los vecinos alentando para que nuestro amigo ganase la batalla. Cuando logró sacarlo, con ayuda de una red, todo el mundo celebraba y gritaba, era como si todos fuésemos parte del mismo grupo de amigos.

El último día fue el cumpleaños de Benny. Aunque en realidad lo era y a la vez no, porque como siguen dos calendarios, solamente cumplía años en base a uno, pero razón más que suficiente para celebrarlo. Por la noche el aula de inglés se convirtió en un salón de eventos y esta vez los alumnos se sentaron en ronda para algo que no fue una clase de inglés. Aunque la cerveza estaba caliente (no había heladera ni hielo), no faltaron los 5.000 brindis al grito de YOOO, como tampoco las risas ni la buena compañía. Sin duda esta gente hizo de nuestro viaje algo muy especial y nos dieron el mejor cierre posible para nuestros días en Vietnam y en Asia. Si, así es, este fue el último destino que estuvimos antes de volver a tierras americanas.

¿QUÉ VISITAR EN BUON MA THUOT?

1. Museo etnográfico Dak Lak, el edificio tiene una arquitectura muy llamativa y la exposición del museo no se queda atrás. Hay objetos de las culturas autóctonas, acompañadas de videos con representaciones de los rituales y una excelente explicación de sus costumbres e historia. Cobran entrada para recorrerlo.

2. Cascadas Dray Nur, este salto de agua está a 27 km de la ciudad y está bueno visitarlo después de la temporada de lluvia porque el rio está más cargado. Nosotros teníamos planeado ir con los alumnos, pero como llovió todos los días no pudimos. Nos dijeron que es un lugar muy lindo, donde te podés bañar y hay un restaurante para comer. Cobran entrada.

¿CÓMO IR A BUON MA THUOT?

Si bien no es un destino muy famoso, hay buses diarios desde las ciudades de Dalat y Saigon y los servicios pueden ser en combis que van parando por el camino para subir más gente o en buses cama.

De Dalat a Buon Ma Thuot son 210 km, pero al ser una ruta de montaña tardás 5.30 hs. A Saigon son un poco más de km, 336 para ser exacto y el viaje no es mucho más largo porque no tiene que atravesar la montaña.


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