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Viajar después de la cuarentena

  • Foto del escritor: Nomadea
    Nomadea
  • 21 jul 2020
  • 3 Min. de lectura

Meses antes de empezar el estado de alarma que le puso un stop al mundo y cerró puertas por tiempo indeterminado, teníamos pensado visitar Noruega. Un viaje como los de antes, a pie, con la mochila al hombro, pidiendo consejos a lugareños, acampando en lugares insólitos o asombrosos y convirtiendo los paisajes en restaurantes exclusivos con ayuda de nuestro hornillo. Una aventura simple, sin mucho que planear, dejándonos llevar por los imprevistos u oportunidades de cada ocasión, abiertos a compartir, conocer, aprender y escuchar. En fin, dispuestos a impregnarnos de Noruega.


Aunque no teníamos pasajes ni itinerario, el viaje estaba previsto para mayo ¿y cómo nos encontró el quinto mes del año? Sentados en un sofá, durmiendo todos los días en el mismo lugar, pidiendo “permiso” para salir a comprar, manteniendo distancia social, mirando por la ventana los pájaros volar. Resumiendo, mayo nos encontró en plena cuarentena, a muchos Km de Noruega y las vacaciones parecían algo que aún no se había inventado. Nuestra realidad no era trágica, teníamos un lugar donde estar, comida para engordar y la tranquilidad de habitar en un pueblo donde los contagios se contaban con los dedos de una mano.



Después de 55 días las cosas entraron en su nuevo estado de “normalidad” y nosotros volvimos a hablar de viajar (una cuarentena corta comparada con otros países). En Francia te podías alejar hasta 100 km a la redonda, en España no estaba permitido dejar tu comunidad y la gente tenía horarios estrictos para salir a la calle, y en el resto de Europa las fronteras estaban cerradas; pero cuando el verano estuvo a semanas de distancia las cosas cambiaron tanto como nuestro itinerario.

La Unión Europea decretó una fecha límite para abrir los pasos fronterizos, desaparecieron las restricciones de Km en Francia y España dio luz verde al paso entre comunidades. Por fin nuestras vacaciones se materializaron a los 15 días del mes de junio. En un principio la idea fue recorrer Francia, después nos planteamos hacer caminatas por los pirineos franceses y al final terminamos recorriendo el norte de la comunidad valenciana incluyendo un pueblo que tiene el nombre de mi familia y algunas aldeas de Teruel.


Por primera vez en nuestras vidas (o al menos la mía) debimos pasar un control policial para cruzar la frontera terrestre entre Francia y España, mostramos nuestra documentación, respondimos preguntas de rutina y seguimos viaje. Desde que se creó la Unión Europea cambiar de país había sido tan simple como seguir avanzando.

Viajar en esa época fue una gran experiencia, siempre recordaremos esa moneda de dos caras que por un lado nos mostraba la dinámica de los lugares sin la abundancia de seres humanos. Solo los animales, insectos y plantas eran protagonistas de todas las escenas. Las rutas estaban casi vacías y daba gusto transitar en paz. Encontrar lugares tranquilos para acampar nunca había sido tan fácil y las playas nunca estuvieron tan desoladas al inicio del verano. En contrapartida estaba presente el distanciamiento social, en los pueblos pequeños notábamos la incomodidad de la gente al vernos pasar, algunos “hola” retumbaban en las paredes sin obtener respuesta, la visita a lugares cerrados estaba restringida, el alcohol en gel estaba por todos lados y jugábamos sin parar a ponernos y sacarnos la mascarilla con cada foto. Vimos cerrarse puertas, escuchamos “esto lo vamos a pagar todos”, al ser los extraños pensaban que llevábamos la peste… sin duda el miedo estaba presente, pero por suerte no todo fue tan radical, en algunos sitios nos sentimos bienvenidos.


Volver a viajar implica adoptar nuevas costumbres, llevar a todos lados la mascarilla, desinfectarse las manos al entrar a lugares cerrados, contener las ganas de saludar con un beso o la mano, limitarse a no tocar y mantener distancia, requiere adaptarse a los protocolos de seguridad de cada lugar y tomar las cosas con seriedad para cuidar al otro y a uno mismo. Es como ponerse el cinturón de seguridad al subir a un auto, uno nunca cree que va a chocar, pero lo hace para ser precavido. Que el barbijo no se te olvide al ir de viaje, los buenos modales llévalos a pasear contigo y al miedo déjalo en casa. No te olvides de priorizar las actividades al aire libre y disfruta, que la vida sigue.




 
 
 

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