Cabo Pulmo, sumergidos en el mar
- Nomadea
- 29 ene 2018
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 4 dic 2020

Después de Loreto fuimos a La Paz, pero solo nos quedamos una noche. Teníamos que vender nuestra camioneta antes de dejar México (chau comodidad) y era allí donde pensábamos hacer la transacción y desde donde salía nuestro vuelo. Decidimos dejar la visita para lo último y nos fuimos a Cabo Pulmo (tendrán que esperar al siguiente post para saber cómo nos fue en La Paz).
Para empezar, una recomendación muy importante: si tenés un auto bajo que suele tocar con los badenes o las lomas de burro, o sufrís más que el auto cuando vas por pésimos caminos, lo mejor es que no vayas con tu vehículo a Cabo Pulmo.
Desde La Paz, casi toda la ruta está asfaltada y en perfectas condiciones. En el último tramo, se convierte en un camino de tierra y arena. Tenés que bajar la velocidad y elegir por donde pasar, las dos opciones son, el serrucho que te hace saltar como loco o la arena suelta donde patinan las ruedas. Hay algo en lo que nadie duda, en cerrar la ventana para no comer polvo.
Ahora bien, ya sabes cómo es el camino para que no tengas una indeseada sorpresa en lo últimos 30 minutos de viaje, así que es hora de que te cuente un poco de Cabo Pulmo.

Es un parque nacional, donde el 99% del área que protege es marino y el 1% es marítimo terrestre. Posee el único arrecife coralino del Golfo de California y fue decretado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el 2.005.
Dentro del parque hay una comunidad de aprox 20 familias que viven allí permanentemente. Es un poblado pequeño, simple, con calles de arena, una playa inmensa y médanos frente al mar. Todo es muy natural, es un sitio que enamora. Tiene todo lo que necesita un turista: un hotel, cabañas para alquilar, restaurantes con vistas al mar o a un lindo jardín, proveedurías (o abarrotes, como dicen en México) y prestadores de servicios turísticos que ofrecen excursiones para hacer buceo recreativo y snorkel. Podés encontrar más información oficial en este link
Pasamos 3 días increíbles acá y si no hubiese sido porque teníamos prisa por vender la camioneta nos hubiésemos quedado como mínimo una semana más. Los sitios solitarios, con llamativo paisaje y playas lindas para caminar, pensar y despejar la mente me encantan.
El primero lo dedicamos a instalarnos, mirar el mar, pasear por la playa y conocer el centro de visitantes. Vale la pena ira a verlo, no solo por las representaciones a escala real que exhibe en su interior, si no por la arquitectura del lugar. Es una estructura de madera y paja que se puede desmontar por completo. No tengo foto del sitio, ya que fuimos cuando estaba oscureciendo, pensábamos volver otro día para fotografiarlo, pero se nos olvidó. No te pongas triste, que en Internet está todo y si querés conocerlo el lugar, podés ver este video.
Nuestro segundo día fue hiper relajado, panza a arriba bajo el sol y disfrutando del mar. La playa donde estábamos acampando tenía piedritas y las olas rompían un poco fuerte (algo que no impidió mi baño ni bien despertar para empezar el día), así que fuimos a la que está en el “centro” del pueblo (uno suele imaginarse la playa del centro como la más sucia y caótica de todas, pero en este maravilloso lugar esta ley no se cumple).
Hay tanta vida debajo el mar en esta área protegida, que una de las olas llevó a la orilla una estrella de mar, la más grande que vi en mi vida. Se movía lentamente y cada vez que una ola la revolcaba por la arena la dejaba de una forma diferente, parecía que posaba para las fotos. Una amiguita que nos fue a saludar ¿Habrá querido mejorar su bronceado y tomar sol con nosotros? Nunca lo sabremos, porque al mar la devolvimos.

Cuando fuimos caminando hacia la parte de los médanos, a cada paso que dábamos veíamos correr un montón de cangrejitos para ocultarse bajo la arena, eran muy chiquitos y casi transparente. También nos encontramos con varios esqueletos de langostas, al parecer las gaviotas comen muy bien en esta zona.
Nuestro último día nos dimos el gusto y contratamos la excursión para hacer snorkel. Según nos dijeron en el centro de visitantes, todos los operadores turísticos manejan el mismo precio (nosotros no preguntamos en otros sitios, dimos por hecho que era cierto).
No me acuerdo cuanto nos cobraron, pero el precio incluía el equipo de snorkel, el traje (no es obligatorio, nosotros lo pedimos porque el sol estaba muy fuerte), el chaleco y la entrada al Parque Nacional. Hay dos salidas, una a las 8 am y la otra a las 14 hs. Nosotros contratamos la de la tarde porque había menos gente y nos parecía mejor ser poco para estar tranquila.
Después de la charla con el guía, donde nos contó sobre la historia del lugar, las diferencias de los corales y los tipos de peces que podíamos encontrar, nos embarcamos en la lancha. Hicimos 3 paradas, la primera para ver el coral duro e inevitablemente peces. La segunda fue a una isla y sin duda la mejor de todas.
Salté del barco con la máscara puesta y fue como meterme en el fondo de pantalla del Windows (aquel que venía con el programa del 98). El color del agua era de un azul intenso que brillaba y había millones de peces amarillos que parecían estar estáticos, moviendo lo mínimo como para mantenerse en el mismo lugar. Quedé impresionada con lo que veía, sentía que todo era de mentira.
Cuando levanté la cabeza para seguir al grupo, me di cuenta de que estaban lejos (nos habían recomendado permanecer todos juntos, upps, culpa de los peces). Nadé hacia ellos sin dejar de prestar atención a lo que me cruzaba por delante, hasta que me encontré con una inmensa nube gris formada por jureles (son parecidos al atún). Eso fue lo más loco que vi en el mar. Había tantos jureles que no se veía el final del cardumen. Jureles chicos, jureles grandes, jureles a la izquierda, a la derecha, arriba, abajo, JURELES POR TODOS LADOS. Eso sí, cuando se acercaba algún pez que no era de la misma especie, entre varios lo empezaban a acosar hasta que se iba.
Como las maravillas del mar son infinitas, mientras estábamos mirando a los jurelitos, el guía nos hizo señas para que fuésemos rápido a donde estaba él ¿Se estaba ahogando? Cuando llegamos había 5 rayas que parecían estar haciendo nado sincronizado de lo coordinadas que movían las aletas mientras nadaban.

La última sumergida fue en la isla donde vive una colonia de lobos marinos machos (no había ninguna hembra). Ellos estaban muy cómodos en la roca y no quisieron bañarse con nosotros, pero los cardúmenes de pececitos (había algunos que eran diminutos) que nadaban alrededor de las rocas donde estaban los lobos, también fueron un gran espectáculo para cerrar la excursión.
El día estaba ventoso y el mar con bastante oleaje (el día anterior había estado super calmo). No suelo marearme en las navegaciones, pero en este caso con tanto sacudón termine con ganas de volver a poner los pies en la arena.
Otra cosa que podés hacer es ir a Playa los arbolitos que está a 5 km de Cabo Pulmo por camino de tierra. Nosotros no estuvimos allí, pero pasamos con la lancha durante la excursión y vimos cómo era. Está buena para pasar el día y tiene palapas (la sombra es muy valorada).
También está los Frailes ubicado a 8 km de Cabo Pulmo, tampoco lo conocimos, pero nos lo recomendaron como una buena playa.
¿DÓNDE ACAMPAR GRATIS?
A la entrada del pueblo, el camino principal va paralelo a la costa. Vas por ahí, en dirección a la villa hasta que veas una red de vóley y varias casas rodantes (algunas abandonadas). En todo ese sector de la playa se puede acampar gratis, lo bueno (a diferencia de la playa que está después del pueblo) es que cuando sube la marea, el agua no llega hasta allí.
Si tenés algo de suerte podés conseguir un poco de sombra, nosotros nos pusimos al lado de una casilla abandonada que era alta y por la tarde nos tapaba el sol.
Está frente al mar y a 2 minutos caminando de lo que vendría a ser el centro de Cabo Pumo. Es un sitio tranquilo, hay poca gente y como es tan amplio podés estar alejado de tus vecinos.

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