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Minneapolis, una parada inesperada

  • Foto del escritor: Nomadea
    Nomadea
  • 16 feb 2018
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 4 dic 2020


Le puse ese nombre por situarlo en algún lugar, pero es más bien la historia del viaje desde Bs. As. hasta Japón. Voy a contar las cosas que me pasaron a lo largo de un día que empezó el 13 febrero a las 19 hs (hora Argentina) y terminó el 16 febrero a las 4.30 hs, desde que subí al primer avión y llegué a destino. Te aviso para no decepcionarte, no voy a contar cosas de la ciudad.

Este post empieza con algo que puse en mi Facebook la noche que pasé en el aeropuerto de Minneapolis (para quienes me tienen es figurita repetida, pero amplío mucho más). Aún faltaba el último vuelo para llegar a ese destino tan lejano.

Resumen de un día que lleva 28 hs (empezando a contar cuando despegué de Bs. As.): 1. Mí avión salió en horario y llegó media hora antes a destino. Esto es algo que a todos nos pone contentos cuando hacemos conexión, más tiempo para hacer las cosas con calma.


2. El capitán nos informó que migraciones estaba cerrado (ups..), razón por la cual no podíamos bajar del avión hasta que los oficiales estuviesen nuevamente operativos. Para levantarnos el ánimo nos dijo que íbamos a ser los primeros en hacer los trámites migratorios ya que no había otro vuelo esperando. Después de 40 minutos salimos. “Welcome to US”

3. Migraciones era un caos de gente, salían turistas hasta de debajo de las baldosas (aunque el piso tenía alfombra). Mientras veía esa cola eterna resonaban en mi cabeza las palabras del piloto "serán los primeros". ¿Señor conductor de aviones: quién le aseguró a usted que no había llegado otra aeronave antes que nosotros como para transmitir tremenda afirmación errónea?

La gente se empezó a poner nerviosas, muchos andaban sin saber a qué fila ir, el tiempo de conexión ya no parecía suficiente, estrés, ansiedad y pánico abundaba en el aeropuerto.

Había quienes miraban con recelo a las familias con niños cuando los oficiales los llamaban para que salieran de la cola y fuesen directamente a la garita de migraciones. A cada rato se escuchaba por los altavoces que solicitaban traductores de español y portugués para ayudar a pasar la entrevista a quienes no entendían ni papa del inglés. El tiempo de conexión se volvió insuficiente a pesar de que gané unos minutos por estar viajando sola (me hicieron adelantar en la cola). Aún así, en cuanto tuve el sello en el pasaporte salí corriendo con la esperanza de alcanzar el avión.

4. Pasé por el escáner, tomé el tren y llegué al puesto 33 desde donde salía mi avión con la gota de sudor corriendo por mi frente. La chica la aerolínea, que había estado recibiendo a los pasajeros del avión, me miró con cara de vos qué haces acá y con toda su indiferencia me informó que el avión ya había salido. Lo estaba viendo, no había despegado, más bien debería haberme dicho que el embarque ya estaba cerrado y que no se podía embarcar. Siguió llegando más gente agitada y para todos fue el mismo discurso “el avión se fue, ese que ven ahí es un espejismo” jajaja.

5. Fui al mostrador de Delta para que me reprogramen el vuelo. El señor (yes, I am -un apodo que le puse-) me dijo que no podía reprogramarlo y me mandó a hablar por teléfono con Delta para ver si ellos lo podían hacer (yo estaba en la oficina de Delta. ¿No eran los mismos?).

6. Por teléfono todo fue sencillo, en menos de 5 minutos estaba solucionado y mi vuelo reprogramado. Eso sí, tenía que pasar una noche en Minneapolis (temperaturas bajo cero) o en Atlanta (temperatura de 15°) y mi mochila viajaba sola a Tokio en mis vuelos originales.

7. A pesar de las bajas temperaturas, elegí Minneapolis, porque no quería saber más nada con Atlanta.

Una ves en Minneapolis, caminé de un lado al otro del aeropuerto sin saber realmente qué hacer. Me encontré con un oso gigante que me abrazó y me regaló caramelos (por el día de los enamorados).

Decidí ponerle onda a la situación y disfrutar del lugar donde estaba (si, del aeropuerto). Empecé a buscar cosas curiosas para sacarle fotos y sorprendentemente encontré bastantes.

8. De tanto sacar y guardar el teléfono lo terminé perdiendo (dentro del aeropuerto). Al parece había un complot contra mi… Hablé con varios puntos de información para que me ayudasen a recuperarlo y de tanto preguntar obtuve el dato correcto "buscar a Nancy, una volutnaria que está en otro stand". Llegué a la famosa Nancy (quien terminó siendo una persona genial), le conté toda la historieta (perdí mi vuelo, perdí mi teléfono y no tengo hotel para la noche) y mirandome a los ojos me dijo: “Me sorprende que no estés llorando, porque yo lo estaría”. Levantó el teléfono y llamó a varios lugares (en base a los sitios que yo le mencioné donde podía haberlo perdido) para que los de mantenimiento buscasen mi teléfono. Después habló con un par de hoteles para averiguar precio y disponibilidad. Se asustó con lo que pedían, así que me dijo que duerma en el 3er piso que era muy tranquilo.

Antes de irme, me recomendó que al día siguiente fuera a "Lost & Found" antes de tomar el vuelo ya que si alguien de buena fe lo hubiera encontrado seguramente lo habría llevado ahí.

9. Para matar el tiempo fui a pasear por el Mall of America, un sitio que me había recomendado uno de los tantos señores a los que le había contado mi aventura del día. Subí y bajé escaleras, tomé dos trenes y llegué al centro comercial (está a 10 minutos). Es grande (eso me habían dicho), quedé fascinada con las esculturas gigantes de Legos, pero no había nada más que me llamase la atención. Por el camino había visto mucha nieve en las veredas, montañitas hechas con todo lo que habían sacado del camino (tuve muchas ganas de sacarle fotos y no tenía con qué. Me hizo acordar a El Chaltén cuando voló mi cámara).

10. Aburrida en el shopping, me compré un chocolate caliente y salí a caminar por el estacionamiento externo. Quería ir por otras calles, pero con tanta autopista no podía salir de ahí. Nieve, nieve, nieve por todos lados y yo que venía de los 30° en Bs. As. Me subí a unos canteros y caminé sobre la nieve enterrándome hasta la pantorrilla. La gente me miraba y riéndome seguí disfrutando de ese entretenimiento que quedaba bien en un niño y raro en un adulto.

11. Volví al aeropuerto y con algo de esperanza pregunté si habían encontrado mí teléfono (en Lost & Found). El señor me consultó si era violeta, sonreí y me lo dio para que lo desbloquee (no tiene clave, cualquiera podría haberlo hecho).

12. Al parecer la suerte empezaba a inclinarse un poco más a mi favor intentando arreglar mi día de sobresaltos. Feliz por haber recuperado el teléfono, fui al sector de los asientos del tercer piso (donde me había recomendado Nancy). En en una de las esquinas encontré 4 colchones y una frazada (manta). Uno de ellos fue mi cama esa noche.

La noche en el “hotel” estuvo bien, pude descansar bastante y el único problema fue que en el piso de abajo había un piano disponible para todos y cuando pasaba algún aburrido musicalizaba el ambiente. Por suerte, las veces que tocaron sonó muy bien, aunque muy fuerte y me despertaron. El "hotel" clandestino del aeropuerto estuvo concurrido por la noche ya que los cuatro colchones fueron ocupados. Está buena la idea, contribuye a la comodidad de los pasajeros que pasan por ahí algunas horas de madrugada, no creo que los hoteles piensen lo mismo jaja.

En este aeropuerto encontré varios servicios gratis bastante particulares, además de los colchones y el piano, había cintas para caminar con una pantalla para elegir el fondo por donde querías pasear y también unos perros para acariciar con un cartel que decía que te ayudaban a bajar el nivel de ansiedad. Es un buen sitio para pasar casi 24 hs, hay mucho con qué entretenerse. Así que ya sabes, la próxima vez que quieras hacer escala en Estados Unidos, elegí Minneapolis y no salgas del aeropuerto, es más, podés hacer que perdés el vuelo para que te lo reprogramen y pasar más horas allí.

Ahora mismo estoy arriba del avión, nos acaban de repartir pizza y helado, y estamos sobrevolando Rusia. Te contaría como se ve, pero estoy en el medio y mi compañera no abre la ventana ☹ Sólo faltan 5 horas más para llegar a Tokio, encontrar mi mochila, reencontrarme con mi compañero (quien además colabora con las mejores fotos del blog) y celebrar su cumpleaños n°33.

Para ir terminando quiero decir que, gracias a todo lo que tuve que pasar hasta llegar a Asia, siempre voy a recordar mi primer viaje hasta Japón. Es verdad que el viaje fue largo y hubo momentos en que estaba cansada, desanimada y quería mandar todo a sus orígenes, por suerte encontré pequeñas cosas que me levantaron el ánimo (conversaciones, miradas, carteles, cosas bizarras, nieve, etc). No escribí este post enojada ni para quejarme, sino para hacer reír a quien lo lea con todas estas desventuras, así que no te sientas mal si en algún momento te salió una sonrisita tímida. Muchas veces, cuando se solucionan los problemas (o pasan) , sólo queda un recuerdo divertido del momento y para mí ésta es una de ellas. Gané una anécdota para contar y recordar, eso también es el fin de viajar.

P.D.: la foto de las esculturas de Lego las saqué con la computadora, no podía quedarme con las ganas de retratar esas cosas y en este caso, antes que nada, preferí la mala calidad.

Totemo tanoshikatta desu. Jaa mata. (Lo pasé de maravilla. Hasta pronto)


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