Entre castillos y frutales me fui a pedalear, Saint-Astier
- Nomadea
- 22 ene 2020
- 8 Min. de lectura

Château Mauriac
Después de una semana en la cual no encontré nada más interesante que hacer en el pueblo que ir al parque a ver los patos resbalar y a los niños revolar en la tirolesa, decidí irme a pedalear. Si seguía así las 5 semanas que me quedaban en este lugar me iba a desesperar de pasividad.
Agarré la bici de la puerta de casa, el folleto turístico con los 100 km de bici-senda a mi alrededor y salí a recorrer, a encontrarme con las cosas que esperaban mi aparición para entrar en acción.
Saint-Astier, el pueblo donde estoy, centrado en el trazo de la vía verde, símbolo de muchos km a mi alrededor para cansarme y volver.
A la mañana siguiente de esa gran iluminación, me levanté temprano, me cambié, desayuné con Parruli y cuando él salió a trabajar, detrás aparecí yo con mi casco y celular con el googlemaps.
Avanzando al costado del canal, entre maizales y zarzales mi mente empezó a volar en ese paisaje llano y vegetal. Decorando con vida el andar el tiempo empecé a disfrutar.
Cuántas caras nuevas habré cruzado esa mañana tranquila, no lo sé, pero en cada rostro había una “Hola y Adiós”. Sin consultar, me metí en el cotidiano andar del sendero, donde la gente siente la obligación de saludar por una bicicleta montar. No importa quién sea el que viene de frente, lo van a saludar, seguramente si se lo encuentran en la cola del supermercado no lo saluden e incluso ni lo miren. Pero acá sí, porque somos los ciclistas, los amistosos que siempre saludamos (aunque no todos, también están los novatos que no saben las reglas del pedalear y los “mala onda”).

Saint-Astier
En fin, voy a lo que había por ahí como imagen de fondo para mirar mientras descansaba y maldecía por el dolor de culo al hacer tantos km y no estar acostumbrada (después ese pasó).
La cantidad de châteaux que hay a menos de 10 km de distancia es increíble. Te encontrás al ganado ahí pastando con una choza-castillo de fondo como si nada. Sabiendo que si esa misma construcción estuviese ubicada en otro lugar muchos serían los hoteles que venderían más cara las habitaciones con ventana al castillo y muchos los turistas que lo querrían pagar.
Cuántos rastros que señalan que fue una zona importante y señorial a la que todos querían atacar y otros tantos defender. En mi país y en muchos otros de Sudamérica y África casi no quedan vestigios que marcan las casas importantes del pasado. Hace tiempo que no se puede ver el hogar del cacique, del chamán, del sabio, del famoso artista, del mejor herrero, etc.
De tiempos más presentes, aparecen antiguos molinos de inexistentes fábricas ocupadas para profesiones modernas carentes de atractivo particular y que recurren al encanto del lugar para hacer la gente desplazar. Y así es, ya lo dijo el Parruli un día, al final, la mejor casa del pueblo siempre es la del molinero.

Mussidan
Los días de pedaleada fueron todos muy diferentes, el primero fue el más complicado. Para empezar, hice escasos 6 km en una dirección (más 6 de regreso, 12 km en total), para conocer la aldea de al lado. Todo el recorrido fue súper bien, el angosto y largo paisaje me encantaba, el ambiente era tranquilo y a la vez tenía sus ratitos de acción cuando aparecía alguien nuevo para saludar. Yendo siempre al costado del rió acanalado y pudiendo ver el Château du Puy Astier que me recuerda al clásico de Disney (puy significa pico, el castillo estaba construido en la cima de una colina, Disney total). Antes de regresar a casa, cuando ya había dado por finalizado el paseo, estuve un rato sentada en el parque como había hechos los días anteriores. Fue una especie de despedida de esa acción rutinaria que solía alegrarme el día. Parece que a la rutina el “marcharme diciendo adiós” no le gustó, porque al minuto de volverme a subir a la bicicleta para recorrer las 2 cuadras que me quedaban hasta casa, noto que las dos ruedas están pinchadas. ¡LAS 2 RUEDAS PINCHADAS! ¿Pero de qué estamos hablando? Suele pincharse solo una y la otra ¡no! ¿Cuál es la probabilidad de pinchar 2 ruedas de una bicicleta de 2 ruedas en los últimos minutos antes de dejar de usarla? Si hubiera tenido 3 ruedas, ¿hubiera pinchado las 3? ¿Y si tenía 4? En fin, así me volví a casa, caminando y sabiendo que hasta que no me decidiera ir a la ciudad (a 22 km) no iba a volver a pedalear.

Bourg D´Annessee
Pasaron dos días y fuimos una tarde después de trabajar (Parruli), una cámara de bicicleta nueva y 8 parches de distintos tamaños. El comienzo había sido duro y me dio por pensar, que había un extraño ser que detestaba las bicicletas y se dedicaba a tirar astillas y clavos las noches de tormenta (cada uno con sus paranoias). Preparada para luchar contra el malo de la película, la mañana siguiente volví a pedalear. En esta ocasión para el otro lado. El mismo esfuerzo que había hecho la primera vez, casi 6 km antes de regresar. En Saint-Léon-sur-l´isle, no había mucho para contemplar, a decir verdad, lo que más me llamó la atención fue el vestuario del campo de béisbol que aparentaba ser un banco del lejano este custodiando el pasto resecarse.
Las siguientes salidas fueron para superarme, mejorar día a día y recorrer distancias cada vez más largas sin necesidad de descansar. De a poco fui sumando km y restando minutos de paro, hasta que el 7mo día sentí que había alcanzo el estado óptimo para lo que quería. Podía llegar a Mussidan a pasar la mañana y volver a casa sin necesidad de tener que llevarme el almuerzo. En un rato de aburrimiento no dudaba en ir a buscar manzanas a 10 km de casa para hacer una tarta o recorrer 8 km a ver si los higos ya habían madurado.
Empecé a conocer atajos, dejé de dudar en los desvíos no marcados, no volví a meterme en un campo sin salida por no saber el camino, encontré mis lugares favoritos para leer y meditar. Salir a pedalear, no fue más un plan organizado el día anterior, ya no requería de mucha preparación. Me venían las ganas y empezaba a andar, sólo tenía que mirar el sol para elegir el camino más sombreado.
Me divertía, estudiaba en paisajes mágicos, notaba el cambio de luz al avanzar las horas, el cielo siempre estaba encima de mi cabeza, el aire se renovaba a cada instante y vivía en la temperatura real del lugar.

Perigueux
A la izquierda château y ciudad, a la derecha château y frutas ¿Qué quiero hoy? Generalmente ganaba “château y frutas”, aunque “château y ciudad” daba la posibilidad de pasear un poco más. Porque si se va a la ciudad hay que caminar. En vano, intenté 3 veces entrar a la oficina de turismo y conseguir un plano del lugar. Para conocer la ciudad, solo me pude guiar por mi instinto despistado, que se dejaba llevar por mi marcha sin parar.
No fue hasta la última vez que visité Perigueux que conocí las ruinas de la torre romana. Andar sin mapa y con mucho tiempo te permite eso, conocer el lugar de tanto caminar, como cuando vivís en el primer lugar que podés recordar. Vas descubriendo el sitio con el tiempo, la vida te lleva por caminos nuevos y así te encontrás con una escultura de dos abrazados, una casa de siglos pasados o un antiguo mercado. Nada de eso estabas buscando, pero ahí están, de camino en tu paso.
No todas fueron “conversaciones” de bonjour, también me han preguntado si era inglesa (por ir por el carril contrario), me han avisado de una tormenta de polvo que estaba provocando un tractor más adelante y hasta llegué a cruzar varias palabras con la misma persona en dos oportunidades diferentes. Una vez iba a velocidad de paseo dominguero (aunque era día de semana) y un bici-viajero tras saludarme me adelantó. Lo que no tenía en cuenta este ciclista es que yo era una experta de ese tramo y conocía un buen atajo. Al rato me vuelve a ver, pero esta vez sentada en un banco descansando. La intriga lo llevó a preguntarme si existía otro atajo más que él pudiera utilizar y así llegar antes a la siguiente parada.

Torre romana de Perigueux
La segunda vez fue volviendo de Perigueux. Estaba pronosticado lluvia, pero la mañana amaneció poco nublada y como llevaba dos días lloviendo (sinónimo de encerrada) decidí arriesgarme y salir igual. Eso sí, nada de ir a un lugar acá nomás, hice 22 km hasta la ciudad. Después de pasear por las callejuelas del casco antiguo, acepté que el cielo estaba lo suficientemente negro para regresar y emprendí la vuelta con la misma prisa que de habitual. Tras haber dejado atrás la “gran ciudad”, la lluvia no tardó en llegar. Las primeras gotitas se transformaron en goterones y en cuestión de segundos había comenzado el temporal. Bajo el puente del club de golf, cisnes y ciclistas esperábamos la lluvia menguar. Las aves aleteaban sus alas para sus plumas secar y nosotros conversábamos de cosas al pasar. Los dos íbamos al mismo lugar, Saint-Astier era nuestra meta final. El hombre volvió a intentar, yo, siguiendo la línea de su rueda dibujada en el barrizal comencé a pedalear. Avancé más de lo esperado y a mitad de camino lo volví a cruzar esperando bajo las tupidas copas de los árboles. Paré un segundo y volví a continuar, ya estaba toda mojada, no debía más aguardar. Podría decir que la carrera en bici de Perigueux a Saint-Astier gané yo, por tener la lluvia a “mi favor”, porque en realidad el hombre andaba mucho más rápido y si no hubiese sido por el agua, él hubiera sido el primero en llegar.
Y así pasé las 5 semanas en Saint-Astier, pedaleando para estudiar, pedaleando para fruta agarrar, pedaleando para el bonjour practicar, pedaleando para entrenar, pedaleando para visitar, pedaleando para mis días alegrar.

Sauzarc
RESUMEN DE LA VÍA VERDE (BICI-SENDA)
Saint-Astier, fue mi punto de partida, aunque en realidad la vía verde une Perigueux con Gironde (son los dos extremos).
En Saint-Astier, lo interesante para conocer es la iglesia fortificada y el château du Puy de Saint-Astier que se refleja en las aguas claras del río l´Isle.
Hacia el oeste (château y ciudad) en orden de aparición están:
5,5 km Bourg D´Annessee, donde podrás ver la vieja iglesia, un antiguo lavadero, la casa del molino con la piedra en la fachada de decoración y el cementerio colorido al costado del río.
8 km Annessee-et-Beaulieu, un poblado más organizado con biblioteca y estadio, además del château de Siorac.
11,5 km Château de La Roche, hay que tomar un pequeño desvío para encontrarlo. Se caracteriza por ser un alto edificio señorial de paredes pálidas y tejado negro.
15 km Marsac-sur-l´Isle, tiene un recreo con mesas y buena sombra para descansar frente al río. Un sitio muy tranquilo y con encanto natural. Muy cerca está el campo de golf con el inmenso parque arbolado y varios cursos de ríos.
18 km Chancelade, hay que salir de la vía verde para llegar a este poblado que creció alrededor de la Abadía. Todo de este lugar en OTRO POST.
19,5 km Château des Izard, antes de entrar a la zona más comercial de Perigueux se encuentra este palacio que pasa desapercibido en la tranquilidad del barrio que lo rodea.
22,7 km Perigueux, el corazón de la ciudad. Donde importantes avenidas y estrechos callejones le dan vida a este lugar. Podes leer todo sobre este lugar en OTRO POST.

Perigueux
Ahora bien, hacia el este (château y frutales), no llegué al inicio del recorrido ya que estaba bastante más distante y a partir de un punto no había nada más interesante para visitar.
5 km Saint-Léon-sur-l´Isle, está el château de Beauséjour, pero está un poco escondido.
7,7 km Neuvic-sur-l´Isle, es una pequeña ciudad donde está el château Neuvic (aunque se puede ver durante casi todo el camino) que se puede visitar y ofrecen actividades deportivas. También hay un parque en la orilla del río con mesas para descansar y una balsa que te cruza al camping.
8,5 km Château Mauriac, adquirió el título de “uno de mis lugares favoritos para descansar”. Escondido en la margen opuesta del río, aparece esta mansión del siglo XV junto a un antiguo molino.
13 km Sourzac, donde se encuentran la histórica fuente petrificada por el agua calcárea, las cuevas ocultas con restos humanos y el mejor parque rivereño de todo el circuito.
20 km Mussidan, devuelta una ciudad, con calles transversales para caminar y algunas fotos sacar.
22,5 km Saint-Médard-de-Mussidan, el extremo más lejano que visité. Donde una antigua iglesia y un merendero era todo lo que había para disfrutar.
A la pregunta que tantas veces me hizo mi mamá: ¿no te aburrís todo el día sola? La respuesta es: no, mientras tenga una bici y buen tiempo siempre tendré algo interesante que hacer (además de estudiar francés).

Sourzac
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